Una bióloga de la Universidad de Navarra descubre un tratamiento para el daño isquémico en los trasplantes de hígado

María Iñiguez, investigadora del CIMA, ha comprobado que la cardiotrofina -1 previene la aparición del deterioro hepático por isquemia-reperfusión

María Iñiguez, investigadora del CIMA, ha comprobado que la cardiotrofina -1 previene la aparición del deterioro hepático por isquemia-reperfusión

February 14, 2006

María Iñiguez, investigadora del área de Terapia Génica y Hepatología del Centro de Investigación Médica Aplicada de la Universidad de Navarra (CIMA), ha descubierto el papel de la cardiotrofina-1, una proteína producida naturalmente por el organismo, en la prevención del daño hepático. 

Este avance permitirá, según la bióloga, "eliminar los efectos negativos que sufre este órgano si se realiza una resección -extracción total o parcial-, o se practica un trasplante, operaciones habituales en el tratamiento de tumores primarios o metastáticos". En estas situaciones, el hígado padece las consecuencias del daño por isquemia-reperfusión, provocado por la interrupción transitoria de la circulación sanguínea para evitar la pérdida excesiva de sangre durante la intervención. 

"Cuando esto se produce, se puede llegar a desencadenar una insuficiencia hepática severa en el postoperatorio y reducir la viabilidad del injerto", detalla. Asimismo, influye en el hecho de que un porcentaje relativamente elevado de los órganos disponibles no puedan ser utilizados, lo que reduce las posibilidades de donación. 

Mecanismos protectores endógenos

En su tesis doctoral, defendida en la Universidad de Navarra y dirigida por el Dr. Prieto, María Iñiguez comprobó que la administración de la cardiotrofina-1 recombinante pone en marcha los mecanismos protectores endógenos que bloquean la muerte de las células hepáticas. Así se promueve una respuesta regeneradora que protege a los animales: "En ausencia de esta proteína, los ratones modificados genéticamente padecen mayor daño hepático por isquemia-reperfusión".

Por tanto, la administración de esta citoquina como terapia paliativa permitiría resecciones hepáticas más extensas con menor riesgo, "con lo que pacientes con este cáncer que no cumplen los requisitos establecidos en la actualidad para ser operados podrían beneficiarse del tratamiento por cirugía", explica la bióloga. Además, su uso incrementaría la tolerancia a la lesión isquémica de los llamados órganos marginales -aquellos desechados por edad, daño preestablecido, etc.- y se aumentaría el número de órganos disponibles para trasplantar. Incluso, según subraya, "la terapia podría ser efectiva en donantes vivos".